Cuando queden pocas formas de expresarse, te acordarás de cuando estaba permitido pensar.

lunes, 4 de marzo de 2013

Capítulo 5: Every snowflake is different


Every snowflake is different~  

Capítulo 5: El primer amor del mundo.



— Venga, que quiero una foto así —dijo, con la cámara en una mano y la otra en mi hombro.
—Dios — reí —solo una, y no se la muestras a nadie.


"Esa foto".
Después de tanto tiempo —más bien, relativamente —, lo último que pensaría, es que aun conservara esa foto. Y más aún, que se le ocurriera la brillante idea de utilizarla para escribir un libro.
"Así que, de eso va su historia tan maravillosa, ¿No es así?"
Cavilé un poco sobre las posibilidades. Así todo precintara en una narración detallada e impudicia de una relación lésbica que ocurrió hace ya más de 4 años, en realidad no habían muchos pormenores de mi lado.
Y más aún, ¿Porqué? Porque escribir un libro sobre la corta relación que sostuvimos hace casi un lustro. Esto debía ser lo más humillante que he vivido —Y vaya que me han humillado —.
Terminé encerrada en uno de los cubículos del baño, nisiquiera tenía mi bolso, que debí haber soltado en medio de mi histeria. Tomé mi rostro entre las manos y reprimí un gemido.
—¿Scarlett? — Me llamó Elizabeth tocando la puerta — ¿Estás bien?
— Si si — respiré hondo y me restregué los ojos, hasta que después de un par de segundos para serenarme, me animé a salir.
—¿Que ocurrió corazón? — averiguó Elizabeth, acercando una mano a mi hombro mientras arrugaba el entrecejo, en un gesto de aires maternales.
—Una tontería, olvidalo — dije, en medio de una pelea interna por restarle importancia al tema.
Reí nerviosa. Me negaba tajante a dejar que Elizabeth notará lo alterada que me traía el haber visto aquella foto.
Seguía mirandome, parecía no estar segura de que decir , y realmente a este punto no quería continuar con la charla.
— Tan solo abriste el libro y saliste corriendo... — No me había dado cuenta, pero Elizabeth llevaba el libro en una mano. Lo levantó, e hizo exactamente lo que yo; lo abrió y miró la contraportada por un momento — ...oh, ¿Es esto? Vaya, no me sabía ese lado tuyo Scarlett...
Elizabeth me miraba, con varios gramos de desconcierto en la mirada. No lo noté hasta que mi cuerpo recobró la comunicación con mi cabeza y levanté la mirada.
—¿Como? ¡No para nada! Es solo que... — me mordí el labio. Seguramente no sería lo más conveniente contar toda la verdad, pero tampoco se me ocurría una excusa que pudiera sonar convincente — Bueno... E-es una larga historia, y tengo que ver a Nathaniel... hablamos luego, ¿Si?
Como acto reflejo busqué el bolso sobre mi hombro, donde evidentemente no estaba. A eso, mi compañera de trabajo me estiró el bolso que seguramente se habrá caido en algún momento.
Lo cogí, presta a retirarme del incómodo ambiente en el que me encerré, dentro del baño de la editorial, con una escritora veterana que ahora me miraba con las cejas arqueadas en una expresión un tanto trastocada. Salí casi trotando, con la mirada en el suelo hasta llegar al cubículo 2, apartamento "Cabaal" de lectura contemporánea.
Me desparramé en una de las sillas frente al escritorio de Nath.
Las cosas me estaban saliendo demasiado mal para soportarlas, el ritmo de la vida tan pasiva y sin complicación que me había ocupado de cosechar estos años, se estaba agitando a un ritmo que no estaba segura de querer aceptar. Había pasado ya por cosas similares, a las que no me había dignado responder con decencia y prefería ignorar — ya ha de ser obvio que mi vida entera se sostenía bajo esos no realmente encantadores principios — y era justo lo que planeaba hacer en la presente ocasión.
"Nunca vi esa foto, ella no trabaja aquí y nada de esto está pasando" pensé en un vano auto-convencimiento.
— Oh, mira quien decidió llegar — escuché la voz de Nathaniel, luego una silla chirriando contra el suelo y el aire atorado entre los tejidos del asiento soltarse mientras Nath se sentaba. — Creí decir 12:00, pude haberme equivocado pero no lo creo, en fin. — seguía hablando, lo más probable es que mi expresión en ese momento sea triste y aburrida; Nathaniel debió haberlo notado porque respondió diciendo — ¿Hay algún problema contigo ultimamente, o son cosas de mujeres que este treintañero no podría entender?
— Maldita sea Nath — sonreí —nada demasiado interesante como para contarlo. Por cierto, estoy aquí por algo. — rememoré entonces, apoyando los codos sobre la mesa.
Después de eso, la única charla que sostuvimos tuvo que ver con trabajo.
Empero, Nathaniel trató de insinuar algo con respecto a Rosalya y el porque de ese apreció tan especial, al grado de otorgarme una preferencia laboral que cualquiera notaria no me merecía. Aún así yo me preocupé por no dejar a relucir ni como me afectaba el tema, ni nada que pudiera dar pauta a más preguntas incómodas.
Según entendí, Rosalya — en todo su papel de diva consentida — comentó como si nada lo mucho que le agraba mi trabajo, y que sería una verdadera lástima tener que aplazar tanto su impresión.
Así no funciona el mundo de las letras, por supuesto, pero a nadie le importó tener que darme cierta ventaja para mimar a la chica que iba en camino a crear un nuevo best seller para un sello tan mínimo como Oohel.
— Entonces, dame un mes y tienes tu hermoso libro en todas las librería locales, y más — declaró con orgullo mi editor
— Ya, ¿Esperas que te aplauda? — vacilé — Muchas gracias, Nath, enserio.
— Trabajo por comisión, ¿Recuerdas? — bromeó y ambos reímos un rato; nos despedimos y me retiré.
El papeleo necesario para la impresión del libro estaba listo desde hace varias semanas ya, no había más que hacer salvo esperar.
No cavilé en ir directamente a casa, no porque estuviera cansada, solo mentalmente dilatada.
— Miren quien es, la segunda gran consentida de Oohel — vaciló Wiriam.
No le había visto, venía trotando hacia mi hasta detenerse a mi lado. Así mismo lo hice yo, hasta estar de frente.
— Eso es cruel, ¿Lo sabes cierto? — bufé — que rápido se hacen chismes por acá.
— Hoo si, eres la nueva gran celebridad — rió de buena gana al punto de contagiarme a mi la risa que buena falta me hacía — en fin, a lo que vine. Hoy, mi casa, fiesta, ¿Vienes? — me pasó una papeleta que parecía tener la forma de una invitación a algo así como una fiesta improvisada.
— Que, ¿Tus padres se van y te dejan la casa sola? — bromeé con un cierto toque de sorna.
— Si claro, irónico ahora tu eres la cruel — me miró con las cejas arqueadas y luego rodó los ojos — vamos, eres aburrida pero igual debo invitarte por educación.
— Solo porque me lo pide el peli-azul. Pero nada de alcohol, niño — comenté siguiendo con las bromas pasadas y me despedí de el despeinandole el cabello con cariño.
Así es como me llevaba con Wiriam. Era jóven, quizá solo unos 6 años menor que yo pero eso no restaba a que fuera uno de los editores más jóvenes de Oohel y uno de los más talentosos a la vez. No es que viviera con sus padres, solamente hacia muy poco que dejó el hogar paterno.
El era huérfano, nunca se avergonzó de decirlo y es por eso que teníamos una relación un poco tosca con las palabras. El hacía comentarios subidos de tono y yo los contesta a la par, en esa clase de relación donde sabes que siempre se habla de coña y nadie sale ofendido por más sal que le heches a la herida.
Ni bien llegué a casa no había mucho que hacer, en realidad me dediqué a cosas nimias para matar el rato como arreglar la casa, meter ropa a la lavadora y hasta llamar a la agencia de publicidad para revisar ciertos detalles por última vez.
Cuando caí en cuenta, eran las 9:00, y estaba en decidia de ir a la fiesta de Wiriam o pudrirme en la soledad, pues debajo de ninguna piedra encontraba la respuesta. Así hubiera quedado, de no ser por la oportuna visita de Diana con un clarísimo mensaje a mi nombre.
— Y cito, "Sácala de su casa y traela del cabello a ser necesario, que si no sale de vez en cuando le saldrán orugas en las sentaderas"— me dijo ella cuando apareció en mi puerta, arreglada para salir y con la excusa de que Wiriam la había llamado para persuadirme de asistir a la fiesta en su casa.

~♦~♦~♦~

— ¡Veo, veo, dos guapas señoritas! — vitoreó Wiriam, al vernos a Diana y a mi.
Al final, terminé en la casa de Wirr; después de ser engatusada por mi mejor amiga, una semana demasiado difícil y reencontrarme con un amor fracasado, una fiesta es lo que la mayoría de la gente espera al final de la semana, inclusive yo creía merecerlo, aunque sea minimamente.
— Misión cumplida — anunció Diana cuando saludó al anfitrión
— Tu muy bien ¡Eh! — vociferó este último, mientras le daba la vuelta a mi amiga, dejando apreciar su atuendo. — y tu, muy mal chica, mira que dejar broncear las piernas de vez en cuando no es pecado, preciosa — vaciló dirijiendose a mí.
Diana estaba hecha y derecha para la ocasión, con un modelito negro corto y tacones, aunque no era material fiestero, cuando la ocasión lo ameritaba, no ponía peros en vestirse como dios manda. Muy a diferencia mía, yo apenas traia pantalones ajustados y un blusón que con trabajo y lograba no desentonar demasiado.
— Gracioso Wirr, gracioso — le sonreí.
— Vale ya, que aquí a mi amiga le hace falta una buena peda para sacarse lo amargada que se lleva con la vida — bromeó Diana, que como no me doy cuenta, me jalaba a la mesa de bebidas y me inyecta todo el material de la casa.
Yo no tomo, ni hoy ni nunca, aunque no me molestara dar un sorbo inocente de vez en cuando para tener contentos a mis amigos, no era capaz de acabarme un cuartito de nada.
— No voy a tomar nada, te dije que solo venía a saludar — le contesté cuando intentó pasarme un vaso con algún menjurge raro cuya procedencia seguramente me asustaría.
— Eso no, no fué el trato — ellá tomó un buen trago de su vaso y me acusó de lo más campechana — te vas a divertir, vas a bailar, vas a tomar y te divertirás, y si puedo conseguir que tengas sexo esta noche lo haré, ¿Estamos? — dijo, en plan de coña claro, aunque aún así logró apenarme la forma en que lo dijo.
Entre una y otra, Diana empezó a tomar y bailar hasta que logré separarme de ella el tiempo suficiente como para escabullirme un rato. No era que la fuera a dejar sola en una fiesta donde no conoce a un cuarto de los presentes, sino que necesitaba oreame un poco del olor a alcohol y gente de adentro.
Llegué al patio de atrás, no había nadie más que un grupito charlando, del cual me mantuve lo más alejada posible.
— Miren nada más a quien lograron sacar de su jaula — escuché una voz conocida; era la de Rose White, una escritora novata de Oohel.
— Hola Rose — le sonreí con cortesía, no es que nos llevaramos muy bien pero ella me agraba y daba la pinta de ser alguien llevadera en el escaso tiempo que le conocía.
— Hola — sonrió de vuelta — ¿Qué haces aquí? Creí que eras chica de casa.
— Soy una especie en peligro de extinción, me han sacado de paseo, ¿No se nota? — bromeé y ella rió breve.
Sacó una cajetilla de cigarros, me ofreció uno y lo acepté, no porque fumará como hábito, sino porque quería entretenerme con algo por lo menos.
— Pues, ojalá y no te extingas — comentó dando su primer calada al cigarrillo
Hablamos de trivialidades por un rato apenas, sobre el trabajo, preguntas casuales con la simple intención de hacer plática.
Rose era muy jóven para ser escritora, con apenas 19 años, terminando de estudiar su carrera en pluricultura, había publicado un par de libros para niños que habían dado su pegue, más que nada a nivel local pero igual eran muy bellos y aptos. Era una chica servicial y adorable, y bastante romántica que según escuché, planeaba publicar una novela romántica próximamente.
— Hola, Scarleth — escuché que alguien me llamó a mis espaldas mientras charlaba con Rose, con el brazo apoyado contra la pared, jugueteando con la colilla del cigarro que ya se había consumido — Disculpa, Rose, ¿Verdad? Nos podría dejar a solas un rato, tengo que hablar con ella.
— Ehh... Muy bien, nos vemos Scarleth — se despidió entonces Rose, quizá un poco alarmada por su tono de voz, quizá por mi cara de shock, quizá por lo que debió haber pasado por su cabeza entonces.
Me quedé callada, aún dandole la espalda, y decidida a no verle la cara. Si tenía algo que decir, lo iba a hacer sin tener el derecho de verme a los ojos.
— Hola, Debrah, ¿Cuanto tiempo eh?





viernes, 1 de febrero de 2013

Capítulo 4: Every snowflake is different


Every snowflake is different~  

Capítulo 4: No hay mal que por bien no venga




Me le quedé mirando por un rato. No atinaba a hacer ni decir nada más.
"¿Ella?" me preguntaba fastidioso mi subconsciente "No puede ser ella".
— ¿Scarleth? — me llamó, en algún momento Nathaniel — ¡Scarleth! — insistió moviéndome de los hombros, en un intento de traerme de vuelta.
— ¿Que tiene ella que ver? — inquirí, como si no hubiera entendido el mensaje.
— ¿Le conoces entonces? — me miró, con un gesto entre impasible y extrañado, esperando alguna otra reacción — Es la nueva escritora...
Divagué otro rato; por un momento, cuando desperté en mi casa después del furtivo encuentro, parecí olvidarme por un rato de ella y de habérmela encontrado en las puertas de Oohel.
Si ella era la escritora aludida, eso significa que, en primer lugar había escrito un libro y que era realmente bueno, y en segundo, pero no menos catastrófico, trabajaba bajo los mismos edificios que yo. No me la imaginaba dentro de esta carrera, en el tiempo que llevamos de relación, nunca mostró un interés por mi trabajo, fuera de leer mis novelas, no era de esperarse que se dedicará a la literatura.
No quise hablar más del tema, estaba cansada mental y físicamente. Nathaniel se ofreció a llevarme en su auto, haciéndose de un poco a la responsabilidad de tenerme varada sin poder tomar un bus a la hora.
Aunque el camino fue ciertamente tenso, y mi editor se empeñaba insistente en ahondar de nuevo en el tema de la autora que me había apoyado, yo esquivé todos sus intentos, dejando en claro que no tenía ganas de discutir el tema. El pareció ofenderse de alguna manera, sin embargo lo entendió.
— Por cierto... — empezó a hablar, una vez habíamos llegado a mi zona, y yo me disponía a bajar del auto — Te veo mañana a las 12:00, ¿Estamos? — prácticamente, ordenó.
— De acuerdo, ¿Puedo preguntar por algo en especial? — inquirí, adelantándome en salir, para esperar la respuesta a través de la ventanilla abierta.
— Ya lo verás preciosa — vaciló, arrancando el auto enseguida, casi llevándome a mí y dejándome maldiciendo en par un rato.

~♦~♦~♦~

La mañana hizo acto de presencia en Amoris Ville, aunque el invierno socarrón insistiera en mantener los cielos teñidos de un azul noche, a las aún 7:00 horas.
Sentí que me había espabilado un poco más temprano de la costumbre, en parte por las horas de sueño cobradas el día anterior, y mi no muy lógico abatimiento obtenido por la charla tensa con mi editor, la noche pasada.
Aún era temprano, así que me dí mi tiempo para desayunar y vaguear un rato, hasta que recibí una llamada de Diana que, esta vez no tenía razón para ignorar.
— Ignorame, no te preocupes — vaciló ella al contestar — ¿Que es de ti?
— Drama, drama y ¡Ah si! Drama. Y no te estoy ignorando — contesté, caminando por la casa sin zapatos.
Era un poco ridículo que viviendo exactamente en frente, estuviéramos charlando por teléfono, pero apuesto lo que sea a que esto era porque ninguna de las dos tenía ganas de salir de sus recintos.
— Me lo imagino, después de la cara de mil demonios que te cargabas el otro día, que ni me viste pasar — dijo, recordándome en automático los eventos desafortunados del día de ayer
— Perdona, es que andaba metida en un mundo lejano — confesé, cuando oí algo parecido a una hoja metálica del otro lado de la línea — ¿Que haces? ¿Asesinas a alguien?
— Re-cortada, eh — bufó, a lo que contesté riendo — Si, a un muñeco de prueba con tu nombre — volví a escuchar el sonido del aire cortado.
— ¿Y charlas conmigo al mismo tiempo? Algún día te denunciarán por ninja — contesté, a este punto de la conversación ambas reíamos — Me matarías a mi si no pudiera correr. — me burlé.
— ¿Me estas retando? — ambas reímos, quizá mas de lo que ameritaba el momento.
Estuve otro rato charlando con Diana, mi vecina de enfrente, la única persona que sabía un poco más sobre mí de lo que permitiría a cualquier otra persona saber.
Cuando empecé a caer en cuenta, el tiempo se me había ido y tuve que correr para alcanzar el bus.

~♦~♦~♦~

Me encontré de pie como estaba, mirando con cara de idiota las puertas de la editorial e imprenta Oohel.
No quería entrar, quería meterme bajo las sábanas todo el día, a ser posible todo el mes. Pero, suponiendo que yo fuera una adulta responsable y madura, sabía que tenía la responsabilidad de aclarar todo esto de una vez, y sin engañarme a mi misma, también sabía que debía arreglar las cosas no solo con la imprenta, si no con la chica que se ha dignado aparecer  después de casi 4 años.
Suspiré, con los pies pesados y un mohín de disgusto en la cara, entré.
En cierta forma esperaba encontrarme con Rosalya en la entrada, más la primera imagen conocida que vi fue la de Elizabeth, una de las escritoras más veteranas  y románticas dentro de la empresa.
—Buenos días — saludé al pasar por su lado.
—Celorio, buenos días — contestó apenas.
Se veía muy entretenida en un libro y completamente ajena al mundo exterior. Sonreí sin querer por los gestos múltiples que regalaba al leer y comenté:
—¿Buen libro?
—Demasiado — levantó la mirada entonces, se acomodó los anteojos y me sonrió — ¿Lo leíste ya?
Levantó el libro, dejándome ver la portada bastante llamativa y llena de color. Pero eso no era todo.
Era pasta dura. La imprenta no utilizaba la pasta dura jamás, sobre todo porque era muy costosa y no valía la pena, a menos que sea una obra demandada y se pueda ceder el lujo no realmente indispensable. El otro pequeño detalle, era el nombre que bailaba entre letras cursivas en la parte inferior al título  donde se supone va el nombre del autor o autora. Rosalya D' Meilhan.
"Ese nombre me persigue". Pensé.
—Es maravilloso, armará controversia yo lo se, ¿Quien diría que algo tan simple como un romance adolescente tendría tal respuesta? — decía Elizabeth — ¿Pasa algo querida?
—¿Eh? No no, ¿Puedo ver? — estiré la mano y tomé el libro.
No era tan grueso, y la portada era realmente bella. Eso podía explicar el porque de atrasar las obras de otros escritores, más aún no despachaba la incógnita acerca de su gran éxito.
El título era simple, pero hermoso. "Copos de nieve"; te situaba en un ambiente invernal que exhortaba a un romance dulce y juvenil, y en la portada se dibujaba una banca en el parque, cubierta de nieve y con un joven violinista masculino tocando a un lado.
—¿De que trata?—pregunté.
Ni bien, antes de que Elizabeth pudiera responder a mi pregunta, abrí la tapa de cartón plastificado.
Eso fue todo, no necesité más respuesta para conocer el principio y fin de la historia, incluso lo que pasó antes y lo que ocurre después de la última letra.
Demasiados recuerdos para ser asimilados. Solté el libro de golpe, escuché su quejido al chocar contra el piso y salí corriendo, al igual que hacia con todos los problemas de mi vida.

*Crónicas de una vida revuelta; el libro en el que trabaja Scarleth... si, no tengo imaginación xD

jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo 3: Every snowflake is different



Every snowflake is different~  

Capítulo 3: El destino es sabio y cruel.





 Solía sentarme cada tarde en aquel parque, sin hablar, sin decir pío, solo mirandola andar. Era hermosa, cualquiera notaría esa obviedad, la misma obviedad de que de tanto en tanto, caía engatusada bajo las aguas del amor. Ella me empujaba, discreta, nadie lo sabía salvo yo. Me enamoré de la bella musa de cabellos plateados. Sin remedio,  culpa de un cruel y sabio destino guasón. 

Ahora, ya más de 4 años despúes, el mismo destino engañoso me jugaba una broma de mal gusto.

Ella estaba... tal como la recordaba, no había cambiado ni su peinado ni su forma de vestir, ni tampoco sus facciones y gestos al caminar. Era ella, la misma Rosalya que una vez amé con la devoción de un poeta frente a sus obras, de un músico ante su intrumento. Irracional, y simple.
El corazón me empezó a latir con tal aspereza que hasta dolía, y dejé de respirar, logrando agitarme aún más. Encontrarmela, después de tanto tiempo, y en el peor momento de mi vida, claro, solo me pasaba a mí.
Estaba de pie, en la entrada, junto a algunos rostros conocidos — en su mayoría, personas del departamento de publicidad y ventas —. Lo que era seguro, es que no podía salir sin pasar por donde ella estaba. Aunque divagué un poco ante de idea de encontrarmela aquí, y de esta manera, no se me ocurrió otra más que tenía algún trabajo dentro de la editorial. Sopese en la idea de pasar con prisa a su lado, quizá esté distraída y no me note.
En algún momento, mientras me decidía, las personas que la acompañaban empezaron a dispersarse, y mi menuda suerte me acorraló entre indecisión y pánico.
— ¿Scarlett? — pero claro, el destino bellaco no iba a dejarme salir impugne de esta.
Cerré los ojos por impulso y me negué a abrirlos, como deseando que al abrirlos ella no estuviese ahí, y yo no tuviera que enfrentarme al pasado que me dejó más de un moretón en el pecho.
— ¿Scarlett? — insitió. Su voz sonaba un poco más grave, pero seguía siendo la misma de alguna forma.
— Oohh... perdona, pensaba idioteces — solté sin cavilar, acompañando mis palabras con una risa nerviosa y socarrona — lo...lo lamento, estoy con prisa yo... — empecé a moverme, pasé por su lado sin rozarla de ninguna manera, y avancé, saboreando salir del edificio y olvidarme de esta escena
— ¡Espera! — me llamó, agudizando la voz, recordandome cada vez más cosas — Oye, ¿Podemos hablar?
— Se-seria un placer Rosalinda — dije aun presa en pánico — pero debo irme ya, muchas muchas cosas que hacer — seguía riendo nerviosa, y exagerando los ademanes que hacía al caminar.
— ¿Rosalinda? — murmuró
— Si, ¿Es que no era tu nombre? — llegué a la puerta y traté de hacerme la desentendida, para salir y acabar con todo esto. — Me retiro.
— Eh, ¡Scarlett! — exclamó, con un deje de desesperación, que por alguna razón hizo que me parase en seco
— Lo siento, me tengo que ir — dije sin más, y salí casi corriendo del local.
Esto estaba mal, muy, muy mal.
Encontrarmela ahí, justo hoy, y pensar que podría estar trabajando en el mismo lugar que yo... Tantas cosas pasaban por mi cabeza, desde buscar otra editorial, hasta mudarme de ciudad, pero, sobre todo, no podía dejar de pensar en todo lo que pasó en este lapso de tiempo.
Corría, nisiquiera quería un taxi ni mucho menos el transporte público. Lo único que quería en ese momento era meterme bajo las sábanas y borrar de mi cabeza todo lo que tenga que ver con [i] esa [/i] chica.
En algún momento dejé de correr, quizá por la fatiga, quizá por el amasijo de pensamientos. Pero cuando llegué a casa la noche estaba callendo y me metí en la cama sin comer nada.


Cuando desperté ya eran las 9:30, al parecer no había anochecido tanto cuando me acosté, o había dormido menos de lo que creía.
Tenía tres mensajes de texto y otro par de llamadas perdidas. No tenía ganas de revisar pero aun así lo hice. Dos de los textos eran de Nathaniel que me notificaba de "buenas noticias", y que lo viera rápido en la editorial. El otro era de Diana, la vecina de enfrente y curiosamente la única amiga cercana que tenía.
"Oye, ¿Andas bien?" decía su mensaje.
Me lo había enviado cerca de las 6 de la tarde, pensé que probablemente me habría visto entrar a mi piso con cara de mil demonios, así que le resté importancia.
Ni bien me levanté, el estómago me empezó a rugir, cosa natural ya que no había comido nada en todo el día, salvo un plato de cereal rápido. Aún tenía la misma ropa con la que fuí a trabajar, y por dormir con el aire acondicionado apagado estaba sudando a chorros. No me interesó, y solo me cambié la blusa color marrón que llevaba.
Salí hacia el seven eleven que ya se había convertido en mi despenza diaria, en realidad no tengía ganas de comer, pero mi cuerpo me demandaba alimento. En el corto trayecto, llamé a Nathaniel para preguntarle acerca de la "Buena noticia" que tenía para decirme.
— ¿Donde estás? — preguntó, contestando el teléfono apenas llamé. 
— En un seven eleven — confesé flemática.
— Debiste haber estado aquí hace dos horas, ¿Que hacías? — empezó a refunfuñar del otro lado de la línea, cosa que terminó por causarme gracia. 
— Berrinche — vacilé, luego lo escuché gruñir — ¿Aún estás en Oohel? ¿Acaso no tienes vida? — reí.
 — Soy responsable, muchas gracias — bufó mientras yo seguía riendo. Por alguna razón, que mi editor se enfurruñara siempre me causaba gracia —Déjame decirte que mientras tú lloriqueabas, yo buscaba la forma de no retrasar tanto la impresión — soltó, con cierto deje de sarcasmo 
— Vaya, eso es muy alucinante — cotorreé — ¿Y lo lograste? — Para eso, ya estaba en el minisuper, sacando cosas de los estantes
 — ¿Y si te dijera que si? 
— No te creería
 — Pues lo conseguí — anunció, con aires de superioridad. 
— ¿Enserio? — averigué, entre incrédula y un poco fastidiada
— Ven a Oohel y te digo — dijo 
— ¿Ahora? Son casi las 10:00...
  — Ahora — Y, sin dejarme rebatir nada, colgó 
Miré la pantallita del celular. "Llamada finalizada" rezaba en letras parpadeantes que luego desaparecieron.
¿Era enserio lo que Nathaniel dijo? Si lo era, no me imagino con que cuentos convenció a los superiores. Después de los casi 6 años que llevaba publicando en Oohel, conocía de sobra a las personas que circulaban por aquí.
Oohel no es lo que se llama un sello con gran nombre, tiene sus éxitos y novatadas, pero todo ello basta y sobra para que este siga vivo. Por ser una editorial sin mucha fama, las impresiones tardaban más de lo que una marca internacional, por lo que aplazar las obras más pequeñas era algo común para nosotros.
Aún así, se pierden lectores y con ello, ventas. Lo único que parecía importante en este mundo.

~♦~♦~♦~

Llegué a las oficinas de Oohel a eso de las 10:40, aún tomando el transporte público. Cuando caí en cuenta de que no tendría como regresar, ya estaba entrando al edificio casi vacío.
Nunca me gustó la noche, me aterraba el silencio que conllevaba, y la obscuridad no era el ambienta que más me acomodára. Pero no estaba obscuro, aún estaba el personal de limpieza y un par de personas que se retiraban.
Llamé a Nathaniel, que bajó enseguida evitandome a mí subir y usar el ascensor.
— ¿Y bien? — dije, mientras el caminaba hacía mi con el maletín al hombro y una sonrisa extraña en los labios — ¿Que es tán maravilloso para hacerme venir a esta hora?
 — Hey, yo te llamé antes, si no veniste es tú problema — repuso levantando las cejas — Como te dije, conseguí evitar el retraso en la impresión de Crónicas* — declaró al fin, soltando un suspiro que podría entremezclar exasperación y hasta un poco de alivio.
— Claro, ¿A quien asesinaste? — me burlé, hasta que su mirada de mil demonios me hizo callar por unos segundos tan siquiera.
— Charlé un poco con la autora — no hacían falta más detalles para dar a entender que se refería a la nueva estrellita que había hecho aplazar varias historias más — estuvo de acuerdo en que era exagerado modificar tanto las fechas, e insitió en que tu historia en particular no sea afectada — me mostró una sonrisa de suficiencia, cruzandose de brazos como tratando de sumar aún más prepotencia al momento.
— ¿Tan simple?
— ¡Oye! — exclamó, yo apenas y sonreí por sacarlo de quicio otra vez — Me ha costado convencer a los de la imprenta, por lo menos agradeceme, ¿No crees?
— Claro, gracias — vacilé, haciendo ademán de irme para luego darme la vuelta y mirarlo — Por cierto, ¿Porque... Porque precisamente mi libro? — terminé.
Derrepente me entró una vaga incertidumbre. La historia que trabaja era buena, y había tenido una aceptación plausible, más no era nada del otro mundo a decir verdad. Quien quiera que sea la autora misteriosa, debe tener sus razones para darme esa clase de prioridad.
— Bueno — Nathaniel suspiró, arrugando el entrecejo en gesto duditativo — ¿Te suena el nombre de Rosalya D' Meilhan?
Y entonces, todo empezó a cobrar un poco de sentido.




*Crónicas de una vida revuelta es el libro en el que trabajo Scarleth, ¿Porque? porque tengo poca imaginación (?)

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Como podrán ver, la historia empieza a cobrar sentido xD de a poquitos pero lo hace ewe así que, si estas de pasada y te interesó la historia, ¡No te inhibas en comentarme cosas! adoro los comentarios :'3 me hacen feliz <3







martes, 4 de diciembre de 2012

Capítulo 2: Every snowflake is different


Every snowflake is different~  

Capítulo 2: La heroína de mi propia historia.




Me despierto, en medio de la noche, con ganas de no haber abierto los ojos, pero mucho menos con ganas de cerrarlos otra vez.
Tanteo con la mano hacia el buró, hasta dar con mi reloj de muñeca y reviso la hora. Son las 4:35, aún es temprano, pero si me levanto desde ahora tendré más tiempo para todo.
Se supone que me aguarda una cita con el editor. Aun faltaban detalles que revisar antes de lanzar el desenlace de la historia, cuya heroína era el ídolo inalcanzable que mis sueños habían creado, y que curiosamente habían dado vida con mi nombre.
Ridículo. Era lo que pensaba acerca de esta historia, que aunque era lo mejor que mi carrera había visto nacer, nada me quitaba de la cabeza lo ridícula que sonaba la protagonista con mi nombre.
Una chica fuerte, con la cabeza en alto siempre, y la voluntad impávida de una mujer soldado de la guerra civil. En conclusión, nada que ver con mi persona, que lleva 4 años de su vida quejándose y refutándolo todo.
En algún momento de la mañana, caí en al cuenta que era ya 26 de diciembre, y que la navidad había pasado un año más.
“Otro año, otra navidad basura” pienso, riéndome para mi misma mientras termino de desayunar, con el silencio sepulcral que siempre alberga mi morada haciéndome compañía.

~♦~♦~♦~


— ¿Aplazar? — pregunté, aunque bien había escuchado todo.
— Serán tan solo unos meses — contestó, aparentemente el tampoco estaba de lo más eufórico con la noticia. Más, como un simple editor de literatura no tenía ninguna voz para cambiar lo que el departamento de impresión dictara.
— Pero... — murmuré, cuando Nathaniel contestaba el telefono ni bien sonó.
El desenlace de la trílogia en la que estaba trabajando desde hace dos años debería empezar a ser impresa a lo largo de la próxima semana. No obstante, como mi editor recién me informaba, un contratiempo que al parecer resultó de fuerza mayor, se encargó de joder el plan inicial.


— Los de ventas quieren dar prioridad a la obra de otra autora — contó — Al parecer, la aceptación ha sido tremenda y se están encargando 500 mil copias ya
— ¿500? — alcancé a preguntar — ¿Tanto así? 
— Si, están aplazando varias impresiones para acelerar el proceso. Entre ellas, la tuya — continuó, dejando notar lo incómodo que era tener que decirme esto.


— ¿Scarlett? — me llamó Nathaniel, cuando yo aún estaba repasando la conversación antes conllevada.
— Espera, exactamente, ¿Cuanto tiempo será? — averigué, ya resignada para este punto.
— Marzo — contestó, llevandose los dedos a la parte del entrecejo.
— No me jodas, Nath — levanté la voz — Para entonces, la historia se irá al carajo.
— ¿Tengo la culpa? — me miró, aun con la mano frotandose el mismo punto de la sien, intentando detener el dolor punzante que a poco estaba de aventajarme a mi también.
Suspiré. Nath no podía tener la culpa, el era mi editor, pero no era su culpa que la historia no haya sido un éxito de ventas.
Yo podría hacerme con un poco de responsabilidad, después de todo, que mi historia no fuera lo suficientemente atrayente como para imprimir 500 mil copias de una sola vez, no podía ser culpa de nadie si no es mía.
Con todo el ajetreo, no pregunté quien era la dichosa nueva consentida de la editorial, aunque en realidad no quería saberlo, no tenía mucha opción despues de todo.
Me levanté y me fuí, incluso pensando en abandonar el edificio de la editoral Oohel. Una de las principales ventajas de ser escritor, es que no tienes porque estar en la oficina salvo para revisar detalles de edición, impresión y publicidad. La mayor parte del trabajo es en casa y dentro de la cabeza.
Sin embargo, no tenía nada interesante que hacer en casa, además mi morada no dejaba de darme recelo, por lo sola que estaba siempre.
— Ehh, pequeña — alguien me llamó detrás de mi. No hacia falta regresar la mirada para suponer de quien se trataba.
 — ¿Pequeña? Bah, ojalá — vacilé — Hola, Wiriam — le sonreí.
Wiriam, o Wirr como dejaba ser llamado por ciertas personas, era el editor a cargo de una de las autoras más populares de Oohel, y uno de los muy contados amigos que aún me quedaban.
Wiriam era agradable. A decir verdad, no congeniaba con mucha gente dentro de Oohel, porque en realidad nadie se preocupaba en dirigirme la palabra. Pero con Wiriam era diferente, siempre pareció más fácil charlar con gente más jóven que yo, en especial con el.
 — ¿A casa ya?  — averiguó. Tenía el portafolios colgado y una carpeta entre brazos, por lo que no era dificil indagar que el se retiraba.
 —  No, realmente  —  bufé, echandome la mascada que llevaba al cuello  —  Mi casa es aburrida.  —  le ojeé un poco mientras esperaba el ascensor  —  ¿Y tu?
 —  Me escapo  —  rió un poco y me miró  —  No le dirás a nadie, ¿Cierto?  —  sonrió con el gesto de siempre, como si fuera capaz de apuñalarte en ese momento.
 —  No te he visto  —  le devolví la mirada y ambos reímos por un corto tiempo.
Era verdad que no pensaba irme a casa aún, pero no tenía nada más que hacer en la editorial. Así que, haciendo tripas corazón por la noticia antes recibida de parte de mi editor, caminé, sin prisa hacia las escaleras de emergencia, pensando en ir a comer algo, antes de encerrarme en mi atribulada vida. Tenía un poco de claustrofobia, sobre todo con los ascensores y la idea de quedarme enrejada dentro de uno, nunca los usaba a menos que sea cabalmente necesario y jamás lo hacia sola.
Fué ahí, en el lugar que visitaba todos los días, la puerta por la que entraba cada mañana para trabajar, el recibidor al que estaba acostumbrada, la puerta principal de la editorial Oohel... Donde el destino me golpeó precipitado, sin darme la oportunidad de refutar.
Despúes de todo, conocí a la nueva escritora consentida de Oohel.


















lunes, 19 de noviembre de 2012

Capítulo 1: Every snowflake is different

 Every snowflake is different~  

Capítulo 1: El corazón tiene razones que la razón desconoce.




Las épocas festivas de la natividad eran... Tan, tan frías. 
Lo primero que vendría a la cabeza de un individuo común, solían ser las fiestas, champagne y pavo, pasteles de fruta, regalos… pero hacía tanto tiempo que me sentía fuera de dicho adjetivo, así que esas cosas se pintaban nimias para mi.
La vehemencia que acarreaban estas celebraciones me traía incauta, me hacia sentir miserable de una manera absurda. Ver a tanta gente tan feliz, gozando de la compañía tan pura y honesta de sus familiares y amigos, tanta gente viviendo con todas las de la ley estos días de regalos y bendiciones para los seres amados, conseguía sin mucho esfuerzo recordarme lo pesarosa que se hallaba mi existencia en estos momentos. 

Fue, hace cerca de un semestre, que decidí con una ciega llaneza admitir ante mis padres los sentimientos que profesaba para con una muchacha a quien conocí tiempo atrás.

Hablamos de Rosalya, una joven tan cargada de vida y una perenne belleza, que fue capaz de cautivarme con un corto tiempo de relación. Erase, una de las personas más importante que cruzaron por mi vida, sin vacilar un momento les cuento esto, porque sé que muy a pesar de los estragos que marcó en mi presente, lo fue.
Mi progenitores no dudaron en hacerme saber los consternados que se sentían para con migo. No dudaron en repetirme una y otra vez el pecado mortal al que me condenaba yo sola, echando al aire una sarta de cuestiones tanto religiosas como sociales. Y tampoco dudaron, en vedarme de todo apoyo tanto económico como emocional, en pocas palabras, me rechazaron como hija.

Y yo, que creí íntegramente en la persona por la cual metí las manos al fuego, creí desatinadamente que me recibiría, que no estaba sola en una de las peores cosas por las que puede pasar un hijo.
Al poco tiempo, sacada de la pena me mando al carajo con un socarrón mensaje de texto, sin permitirse siquiera darme la más ligera explicación. Lo último que he sabido de la joven de cabellos platas, fue que sostenía una relación con el tipo raro de la tienda de ropa. Ella siguió con su vida y yo también, la diferencia radicaba en que ella aun era feliz, y yo lejos estaba de serlo.
“El espíritu de la navidad une a las familias, no pueden rechazarme para siempre” pensé necia, cuando fui a visitar la casa paterna en busca de un apoyo que se volvió inexistente.
Ni bien llegué, la recibida fue seca y claramente, incómoda para todos los presentes, que se trataban únicamente de un par de tíos, primos, y amigos de la familia. Tan solo pasé a saludar, esperando de todo corazón recibir una disculpa por lo tratos después de mi confesión, y yo aquí, saliendo de la casa donde ya no soy bien recibida, sintiéndome como la más grande de las malaventuradas. Jamás me perdonarán, jamás.
No tenía ganas de subirme a un autobús lleno de gente olorosa y malhumorada. Era de esperar que si estaban en un transporte público, en vez de con sus familias en casa, no estarían del mejor humor del mundo.
Caminé hasta mi residencia en los suburbios, porque tampoco es que fuera una pordiosera, ni tampoco contaba los centavos para comer. Ganaba bien, después de la publicación y éxito de una de mis más recientes historias, el dinero era la última preocupación que tenía. Aunque no tuviera los ingresos de una novelista al estilo Anne Rice, me podía permitir una casa completa, en vez de un departamento o un loft, así fuera en una parte de los suburbios no demasiado lujosos.
No era lo más agradable del mundo vivir en esa casucha, completamente sola, hasta me parecía muy grande tener un lugar de dos pisos sobre 60 metros cuadrados para una sola persona.
Antes de disponerme a entrar en la zona donde  vivía, donde encontrar una casa diferente a la otra era un logro, pasé por un seven eleven en busca de algo para cenar. Nada compensaría el pavo que mi familia acostumbraba a servirse cada año, ni siquiera el puré de papa con tocino que no para nada difícil de preparar, pero sola en nochebuena y con los peores ánimos del mundo, no tenía ni tiempo ni ganas para esas cosas. Así que, con una nube negra sobre mi cabeza, me tendría que conformar con un sándwich de queso frío. 
Así, pasó mi navidad del año 2011.






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Primera parte, algo simple y corto c: enjoy it! (nadie lee mi blog lo se pero me hace ilusion hablar como si asi fuera xD)
No se deja ver casi nada de la historia aqui, en el segundo empieza a tomar forma y eso :'D

domingo, 18 de noviembre de 2012

Every snowflake is different ~ (Presentación)



Para empezar con algo fresco, sencilllo y fácil de leer, he aquí un GL patético y raro sffsadff xD
Lo que se refiere al GL y BL lo hago hmmm por entrenerme? Son cosas que vienen a mi cabeza de la nada y las trabajo hasta que parecen decentes.
No piensen mal de mi, porfavor xD no soy una persona pervertida ni sedienta de lemmon todo el día e.e razón por la cual nunca verán una disgustante escena explícita en mi blog, prometido xD
Así, les presento algo en pocos capítulos, sin nada en especial y cuyo resultado me ha gustado en verdad.







domingo, 7 de octubre de 2012

Read me later?


La primera historia que quisiera publicar en este pequeño espacio, es la mia.

Mi nombre es Scarleth, este sea quizá el único dato importante mío que publicaré por acá.
Me gusta escribir, aunque eso ya sea obvio por demás, es una especie de manía que tengo desde muy pequeña, soy adicta a las letras. Todo lo que siento y veo, tengo que escribirlo, aunque sea en una corta frase metafórica que se me ocurra de momento, eso para mi es suficiente.

A veces la idea más patética, corta y sin sentido, puede convertirse en una novela de 50 capítulos dentro de mi cabeza. Sepan que para mi es todo un logro expresar una historia en menos de 2000 palabras. Todo es bueno y amerita ser relatado en largos pedazos que terminare de escribir en por lo menos dos meses.
¿El sueño? siempre es el mismo claro; la adolescente aficionada a los fanfictions que anhela ser una escritora reconocida algún día. El recuerdo más ambiguo que tengo de mi contando una historia en letras es de los 8 años, apenas y redactaba oraciones adecuadamente, y simplemente lo amaba.

Las cosas no han cambiado, quizá he leído más libros desde entonces, escrito más cosas y se más sobre temas que a esa edad desconocía. Pero el cuento, es el mismo y siempre lo será, así esté casada, con hijos, viviendo en otro país o en la menguante vejez, a vísperas de la muerte.

¿Porqué escribo BL y GL? Cada quien escribe sobre lo que sabe y siente, esa es la única respuesta que se me ocurre. Si soy sincera no disfruto mucho el romance, sea lo que sea, así que las historias cortas que por alguna razón quiero escribir las publicaré por acá, y las que más me animen, las que en verdad desearía ver en papel algún día, tendrán el espacio de un blog completo.

Espero de todo corazón que esto no se quede como un proyecto sin nada que decir al mundo, hoy en día el internet es un medio que, si sabes utilizar bien, te abre muchísimas puertas, y es por ello que ademas de ser la única opción verdadera que tengo(?) me gustaría empezar por aquí para medir si en verdad soy buena, o debería dedicarme a otra cosa.

Venga, que soy de mente abierta y recibo criticas. Sientanse libres de comentar ;)