Cuando queden pocas formas de expresarse, te acordarás de cuando estaba permitido pensar.

martes, 4 de diciembre de 2012

Capítulo 2: Every snowflake is different


Every snowflake is different~  

Capítulo 2: La heroína de mi propia historia.




Me despierto, en medio de la noche, con ganas de no haber abierto los ojos, pero mucho menos con ganas de cerrarlos otra vez.
Tanteo con la mano hacia el buró, hasta dar con mi reloj de muñeca y reviso la hora. Son las 4:35, aún es temprano, pero si me levanto desde ahora tendré más tiempo para todo.
Se supone que me aguarda una cita con el editor. Aun faltaban detalles que revisar antes de lanzar el desenlace de la historia, cuya heroína era el ídolo inalcanzable que mis sueños habían creado, y que curiosamente habían dado vida con mi nombre.
Ridículo. Era lo que pensaba acerca de esta historia, que aunque era lo mejor que mi carrera había visto nacer, nada me quitaba de la cabeza lo ridícula que sonaba la protagonista con mi nombre.
Una chica fuerte, con la cabeza en alto siempre, y la voluntad impávida de una mujer soldado de la guerra civil. En conclusión, nada que ver con mi persona, que lleva 4 años de su vida quejándose y refutándolo todo.
En algún momento de la mañana, caí en al cuenta que era ya 26 de diciembre, y que la navidad había pasado un año más.
“Otro año, otra navidad basura” pienso, riéndome para mi misma mientras termino de desayunar, con el silencio sepulcral que siempre alberga mi morada haciéndome compañía.

~♦~♦~♦~


— ¿Aplazar? — pregunté, aunque bien había escuchado todo.
— Serán tan solo unos meses — contestó, aparentemente el tampoco estaba de lo más eufórico con la noticia. Más, como un simple editor de literatura no tenía ninguna voz para cambiar lo que el departamento de impresión dictara.
— Pero... — murmuré, cuando Nathaniel contestaba el telefono ni bien sonó.
El desenlace de la trílogia en la que estaba trabajando desde hace dos años debería empezar a ser impresa a lo largo de la próxima semana. No obstante, como mi editor recién me informaba, un contratiempo que al parecer resultó de fuerza mayor, se encargó de joder el plan inicial.


— Los de ventas quieren dar prioridad a la obra de otra autora — contó — Al parecer, la aceptación ha sido tremenda y se están encargando 500 mil copias ya
— ¿500? — alcancé a preguntar — ¿Tanto así? 
— Si, están aplazando varias impresiones para acelerar el proceso. Entre ellas, la tuya — continuó, dejando notar lo incómodo que era tener que decirme esto.


— ¿Scarlett? — me llamó Nathaniel, cuando yo aún estaba repasando la conversación antes conllevada.
— Espera, exactamente, ¿Cuanto tiempo será? — averigué, ya resignada para este punto.
— Marzo — contestó, llevandose los dedos a la parte del entrecejo.
— No me jodas, Nath — levanté la voz — Para entonces, la historia se irá al carajo.
— ¿Tengo la culpa? — me miró, aun con la mano frotandose el mismo punto de la sien, intentando detener el dolor punzante que a poco estaba de aventajarme a mi también.
Suspiré. Nath no podía tener la culpa, el era mi editor, pero no era su culpa que la historia no haya sido un éxito de ventas.
Yo podría hacerme con un poco de responsabilidad, después de todo, que mi historia no fuera lo suficientemente atrayente como para imprimir 500 mil copias de una sola vez, no podía ser culpa de nadie si no es mía.
Con todo el ajetreo, no pregunté quien era la dichosa nueva consentida de la editorial, aunque en realidad no quería saberlo, no tenía mucha opción despues de todo.
Me levanté y me fuí, incluso pensando en abandonar el edificio de la editoral Oohel. Una de las principales ventajas de ser escritor, es que no tienes porque estar en la oficina salvo para revisar detalles de edición, impresión y publicidad. La mayor parte del trabajo es en casa y dentro de la cabeza.
Sin embargo, no tenía nada interesante que hacer en casa, además mi morada no dejaba de darme recelo, por lo sola que estaba siempre.
— Ehh, pequeña — alguien me llamó detrás de mi. No hacia falta regresar la mirada para suponer de quien se trataba.
 — ¿Pequeña? Bah, ojalá — vacilé — Hola, Wiriam — le sonreí.
Wiriam, o Wirr como dejaba ser llamado por ciertas personas, era el editor a cargo de una de las autoras más populares de Oohel, y uno de los muy contados amigos que aún me quedaban.
Wiriam era agradable. A decir verdad, no congeniaba con mucha gente dentro de Oohel, porque en realidad nadie se preocupaba en dirigirme la palabra. Pero con Wiriam era diferente, siempre pareció más fácil charlar con gente más jóven que yo, en especial con el.
 — ¿A casa ya?  — averiguó. Tenía el portafolios colgado y una carpeta entre brazos, por lo que no era dificil indagar que el se retiraba.
 —  No, realmente  —  bufé, echandome la mascada que llevaba al cuello  —  Mi casa es aburrida.  —  le ojeé un poco mientras esperaba el ascensor  —  ¿Y tu?
 —  Me escapo  —  rió un poco y me miró  —  No le dirás a nadie, ¿Cierto?  —  sonrió con el gesto de siempre, como si fuera capaz de apuñalarte en ese momento.
 —  No te he visto  —  le devolví la mirada y ambos reímos por un corto tiempo.
Era verdad que no pensaba irme a casa aún, pero no tenía nada más que hacer en la editorial. Así que, haciendo tripas corazón por la noticia antes recibida de parte de mi editor, caminé, sin prisa hacia las escaleras de emergencia, pensando en ir a comer algo, antes de encerrarme en mi atribulada vida. Tenía un poco de claustrofobia, sobre todo con los ascensores y la idea de quedarme enrejada dentro de uno, nunca los usaba a menos que sea cabalmente necesario y jamás lo hacia sola.
Fué ahí, en el lugar que visitaba todos los días, la puerta por la que entraba cada mañana para trabajar, el recibidor al que estaba acostumbrada, la puerta principal de la editorial Oohel... Donde el destino me golpeó precipitado, sin darme la oportunidad de refutar.
Despúes de todo, conocí a la nueva escritora consentida de Oohel.


















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