Cuando queden pocas formas de expresarse, te acordarás de cuando estaba permitido pensar.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo 3: Every snowflake is different



Every snowflake is different~  

Capítulo 3: El destino es sabio y cruel.





 Solía sentarme cada tarde en aquel parque, sin hablar, sin decir pío, solo mirandola andar. Era hermosa, cualquiera notaría esa obviedad, la misma obviedad de que de tanto en tanto, caía engatusada bajo las aguas del amor. Ella me empujaba, discreta, nadie lo sabía salvo yo. Me enamoré de la bella musa de cabellos plateados. Sin remedio,  culpa de un cruel y sabio destino guasón. 

Ahora, ya más de 4 años despúes, el mismo destino engañoso me jugaba una broma de mal gusto.

Ella estaba... tal como la recordaba, no había cambiado ni su peinado ni su forma de vestir, ni tampoco sus facciones y gestos al caminar. Era ella, la misma Rosalya que una vez amé con la devoción de un poeta frente a sus obras, de un músico ante su intrumento. Irracional, y simple.
El corazón me empezó a latir con tal aspereza que hasta dolía, y dejé de respirar, logrando agitarme aún más. Encontrarmela, después de tanto tiempo, y en el peor momento de mi vida, claro, solo me pasaba a mí.
Estaba de pie, en la entrada, junto a algunos rostros conocidos — en su mayoría, personas del departamento de publicidad y ventas —. Lo que era seguro, es que no podía salir sin pasar por donde ella estaba. Aunque divagué un poco ante de idea de encontrarmela aquí, y de esta manera, no se me ocurrió otra más que tenía algún trabajo dentro de la editorial. Sopese en la idea de pasar con prisa a su lado, quizá esté distraída y no me note.
En algún momento, mientras me decidía, las personas que la acompañaban empezaron a dispersarse, y mi menuda suerte me acorraló entre indecisión y pánico.
— ¿Scarlett? — pero claro, el destino bellaco no iba a dejarme salir impugne de esta.
Cerré los ojos por impulso y me negué a abrirlos, como deseando que al abrirlos ella no estuviese ahí, y yo no tuviera que enfrentarme al pasado que me dejó más de un moretón en el pecho.
— ¿Scarlett? — insitió. Su voz sonaba un poco más grave, pero seguía siendo la misma de alguna forma.
— Oohh... perdona, pensaba idioteces — solté sin cavilar, acompañando mis palabras con una risa nerviosa y socarrona — lo...lo lamento, estoy con prisa yo... — empecé a moverme, pasé por su lado sin rozarla de ninguna manera, y avancé, saboreando salir del edificio y olvidarme de esta escena
— ¡Espera! — me llamó, agudizando la voz, recordandome cada vez más cosas — Oye, ¿Podemos hablar?
— Se-seria un placer Rosalinda — dije aun presa en pánico — pero debo irme ya, muchas muchas cosas que hacer — seguía riendo nerviosa, y exagerando los ademanes que hacía al caminar.
— ¿Rosalinda? — murmuró
— Si, ¿Es que no era tu nombre? — llegué a la puerta y traté de hacerme la desentendida, para salir y acabar con todo esto. — Me retiro.
— Eh, ¡Scarlett! — exclamó, con un deje de desesperación, que por alguna razón hizo que me parase en seco
— Lo siento, me tengo que ir — dije sin más, y salí casi corriendo del local.
Esto estaba mal, muy, muy mal.
Encontrarmela ahí, justo hoy, y pensar que podría estar trabajando en el mismo lugar que yo... Tantas cosas pasaban por mi cabeza, desde buscar otra editorial, hasta mudarme de ciudad, pero, sobre todo, no podía dejar de pensar en todo lo que pasó en este lapso de tiempo.
Corría, nisiquiera quería un taxi ni mucho menos el transporte público. Lo único que quería en ese momento era meterme bajo las sábanas y borrar de mi cabeza todo lo que tenga que ver con [i] esa [/i] chica.
En algún momento dejé de correr, quizá por la fatiga, quizá por el amasijo de pensamientos. Pero cuando llegué a casa la noche estaba callendo y me metí en la cama sin comer nada.


Cuando desperté ya eran las 9:30, al parecer no había anochecido tanto cuando me acosté, o había dormido menos de lo que creía.
Tenía tres mensajes de texto y otro par de llamadas perdidas. No tenía ganas de revisar pero aun así lo hice. Dos de los textos eran de Nathaniel que me notificaba de "buenas noticias", y que lo viera rápido en la editorial. El otro era de Diana, la vecina de enfrente y curiosamente la única amiga cercana que tenía.
"Oye, ¿Andas bien?" decía su mensaje.
Me lo había enviado cerca de las 6 de la tarde, pensé que probablemente me habría visto entrar a mi piso con cara de mil demonios, así que le resté importancia.
Ni bien me levanté, el estómago me empezó a rugir, cosa natural ya que no había comido nada en todo el día, salvo un plato de cereal rápido. Aún tenía la misma ropa con la que fuí a trabajar, y por dormir con el aire acondicionado apagado estaba sudando a chorros. No me interesó, y solo me cambié la blusa color marrón que llevaba.
Salí hacia el seven eleven que ya se había convertido en mi despenza diaria, en realidad no tengía ganas de comer, pero mi cuerpo me demandaba alimento. En el corto trayecto, llamé a Nathaniel para preguntarle acerca de la "Buena noticia" que tenía para decirme.
— ¿Donde estás? — preguntó, contestando el teléfono apenas llamé. 
— En un seven eleven — confesé flemática.
— Debiste haber estado aquí hace dos horas, ¿Que hacías? — empezó a refunfuñar del otro lado de la línea, cosa que terminó por causarme gracia. 
— Berrinche — vacilé, luego lo escuché gruñir — ¿Aún estás en Oohel? ¿Acaso no tienes vida? — reí.
 — Soy responsable, muchas gracias — bufó mientras yo seguía riendo. Por alguna razón, que mi editor se enfurruñara siempre me causaba gracia —Déjame decirte que mientras tú lloriqueabas, yo buscaba la forma de no retrasar tanto la impresión — soltó, con cierto deje de sarcasmo 
— Vaya, eso es muy alucinante — cotorreé — ¿Y lo lograste? — Para eso, ya estaba en el minisuper, sacando cosas de los estantes
 — ¿Y si te dijera que si? 
— No te creería
 — Pues lo conseguí — anunció, con aires de superioridad. 
— ¿Enserio? — averigué, entre incrédula y un poco fastidiada
— Ven a Oohel y te digo — dijo 
— ¿Ahora? Son casi las 10:00...
  — Ahora — Y, sin dejarme rebatir nada, colgó 
Miré la pantallita del celular. "Llamada finalizada" rezaba en letras parpadeantes que luego desaparecieron.
¿Era enserio lo que Nathaniel dijo? Si lo era, no me imagino con que cuentos convenció a los superiores. Después de los casi 6 años que llevaba publicando en Oohel, conocía de sobra a las personas que circulaban por aquí.
Oohel no es lo que se llama un sello con gran nombre, tiene sus éxitos y novatadas, pero todo ello basta y sobra para que este siga vivo. Por ser una editorial sin mucha fama, las impresiones tardaban más de lo que una marca internacional, por lo que aplazar las obras más pequeñas era algo común para nosotros.
Aún así, se pierden lectores y con ello, ventas. Lo único que parecía importante en este mundo.

~♦~♦~♦~

Llegué a las oficinas de Oohel a eso de las 10:40, aún tomando el transporte público. Cuando caí en cuenta de que no tendría como regresar, ya estaba entrando al edificio casi vacío.
Nunca me gustó la noche, me aterraba el silencio que conllevaba, y la obscuridad no era el ambienta que más me acomodára. Pero no estaba obscuro, aún estaba el personal de limpieza y un par de personas que se retiraban.
Llamé a Nathaniel, que bajó enseguida evitandome a mí subir y usar el ascensor.
— ¿Y bien? — dije, mientras el caminaba hacía mi con el maletín al hombro y una sonrisa extraña en los labios — ¿Que es tán maravilloso para hacerme venir a esta hora?
 — Hey, yo te llamé antes, si no veniste es tú problema — repuso levantando las cejas — Como te dije, conseguí evitar el retraso en la impresión de Crónicas* — declaró al fin, soltando un suspiro que podría entremezclar exasperación y hasta un poco de alivio.
— Claro, ¿A quien asesinaste? — me burlé, hasta que su mirada de mil demonios me hizo callar por unos segundos tan siquiera.
— Charlé un poco con la autora — no hacían falta más detalles para dar a entender que se refería a la nueva estrellita que había hecho aplazar varias historias más — estuvo de acuerdo en que era exagerado modificar tanto las fechas, e insitió en que tu historia en particular no sea afectada — me mostró una sonrisa de suficiencia, cruzandose de brazos como tratando de sumar aún más prepotencia al momento.
— ¿Tan simple?
— ¡Oye! — exclamó, yo apenas y sonreí por sacarlo de quicio otra vez — Me ha costado convencer a los de la imprenta, por lo menos agradeceme, ¿No crees?
— Claro, gracias — vacilé, haciendo ademán de irme para luego darme la vuelta y mirarlo — Por cierto, ¿Porque... Porque precisamente mi libro? — terminé.
Derrepente me entró una vaga incertidumbre. La historia que trabaja era buena, y había tenido una aceptación plausible, más no era nada del otro mundo a decir verdad. Quien quiera que sea la autora misteriosa, debe tener sus razones para darme esa clase de prioridad.
— Bueno — Nathaniel suspiró, arrugando el entrecejo en gesto duditativo — ¿Te suena el nombre de Rosalya D' Meilhan?
Y entonces, todo empezó a cobrar un poco de sentido.




*Crónicas de una vida revuelta es el libro en el que trabajo Scarleth, ¿Porque? porque tengo poca imaginación (?)

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Como podrán ver, la historia empieza a cobrar sentido xD de a poquitos pero lo hace ewe así que, si estas de pasada y te interesó la historia, ¡No te inhibas en comentarme cosas! adoro los comentarios :'3 me hacen feliz <3







martes, 4 de diciembre de 2012

Capítulo 2: Every snowflake is different


Every snowflake is different~  

Capítulo 2: La heroína de mi propia historia.




Me despierto, en medio de la noche, con ganas de no haber abierto los ojos, pero mucho menos con ganas de cerrarlos otra vez.
Tanteo con la mano hacia el buró, hasta dar con mi reloj de muñeca y reviso la hora. Son las 4:35, aún es temprano, pero si me levanto desde ahora tendré más tiempo para todo.
Se supone que me aguarda una cita con el editor. Aun faltaban detalles que revisar antes de lanzar el desenlace de la historia, cuya heroína era el ídolo inalcanzable que mis sueños habían creado, y que curiosamente habían dado vida con mi nombre.
Ridículo. Era lo que pensaba acerca de esta historia, que aunque era lo mejor que mi carrera había visto nacer, nada me quitaba de la cabeza lo ridícula que sonaba la protagonista con mi nombre.
Una chica fuerte, con la cabeza en alto siempre, y la voluntad impávida de una mujer soldado de la guerra civil. En conclusión, nada que ver con mi persona, que lleva 4 años de su vida quejándose y refutándolo todo.
En algún momento de la mañana, caí en al cuenta que era ya 26 de diciembre, y que la navidad había pasado un año más.
“Otro año, otra navidad basura” pienso, riéndome para mi misma mientras termino de desayunar, con el silencio sepulcral que siempre alberga mi morada haciéndome compañía.

~♦~♦~♦~


— ¿Aplazar? — pregunté, aunque bien había escuchado todo.
— Serán tan solo unos meses — contestó, aparentemente el tampoco estaba de lo más eufórico con la noticia. Más, como un simple editor de literatura no tenía ninguna voz para cambiar lo que el departamento de impresión dictara.
— Pero... — murmuré, cuando Nathaniel contestaba el telefono ni bien sonó.
El desenlace de la trílogia en la que estaba trabajando desde hace dos años debería empezar a ser impresa a lo largo de la próxima semana. No obstante, como mi editor recién me informaba, un contratiempo que al parecer resultó de fuerza mayor, se encargó de joder el plan inicial.


— Los de ventas quieren dar prioridad a la obra de otra autora — contó — Al parecer, la aceptación ha sido tremenda y se están encargando 500 mil copias ya
— ¿500? — alcancé a preguntar — ¿Tanto así? 
— Si, están aplazando varias impresiones para acelerar el proceso. Entre ellas, la tuya — continuó, dejando notar lo incómodo que era tener que decirme esto.


— ¿Scarlett? — me llamó Nathaniel, cuando yo aún estaba repasando la conversación antes conllevada.
— Espera, exactamente, ¿Cuanto tiempo será? — averigué, ya resignada para este punto.
— Marzo — contestó, llevandose los dedos a la parte del entrecejo.
— No me jodas, Nath — levanté la voz — Para entonces, la historia se irá al carajo.
— ¿Tengo la culpa? — me miró, aun con la mano frotandose el mismo punto de la sien, intentando detener el dolor punzante que a poco estaba de aventajarme a mi también.
Suspiré. Nath no podía tener la culpa, el era mi editor, pero no era su culpa que la historia no haya sido un éxito de ventas.
Yo podría hacerme con un poco de responsabilidad, después de todo, que mi historia no fuera lo suficientemente atrayente como para imprimir 500 mil copias de una sola vez, no podía ser culpa de nadie si no es mía.
Con todo el ajetreo, no pregunté quien era la dichosa nueva consentida de la editorial, aunque en realidad no quería saberlo, no tenía mucha opción despues de todo.
Me levanté y me fuí, incluso pensando en abandonar el edificio de la editoral Oohel. Una de las principales ventajas de ser escritor, es que no tienes porque estar en la oficina salvo para revisar detalles de edición, impresión y publicidad. La mayor parte del trabajo es en casa y dentro de la cabeza.
Sin embargo, no tenía nada interesante que hacer en casa, además mi morada no dejaba de darme recelo, por lo sola que estaba siempre.
— Ehh, pequeña — alguien me llamó detrás de mi. No hacia falta regresar la mirada para suponer de quien se trataba.
 — ¿Pequeña? Bah, ojalá — vacilé — Hola, Wiriam — le sonreí.
Wiriam, o Wirr como dejaba ser llamado por ciertas personas, era el editor a cargo de una de las autoras más populares de Oohel, y uno de los muy contados amigos que aún me quedaban.
Wiriam era agradable. A decir verdad, no congeniaba con mucha gente dentro de Oohel, porque en realidad nadie se preocupaba en dirigirme la palabra. Pero con Wiriam era diferente, siempre pareció más fácil charlar con gente más jóven que yo, en especial con el.
 — ¿A casa ya?  — averiguó. Tenía el portafolios colgado y una carpeta entre brazos, por lo que no era dificil indagar que el se retiraba.
 —  No, realmente  —  bufé, echandome la mascada que llevaba al cuello  —  Mi casa es aburrida.  —  le ojeé un poco mientras esperaba el ascensor  —  ¿Y tu?
 —  Me escapo  —  rió un poco y me miró  —  No le dirás a nadie, ¿Cierto?  —  sonrió con el gesto de siempre, como si fuera capaz de apuñalarte en ese momento.
 —  No te he visto  —  le devolví la mirada y ambos reímos por un corto tiempo.
Era verdad que no pensaba irme a casa aún, pero no tenía nada más que hacer en la editorial. Así que, haciendo tripas corazón por la noticia antes recibida de parte de mi editor, caminé, sin prisa hacia las escaleras de emergencia, pensando en ir a comer algo, antes de encerrarme en mi atribulada vida. Tenía un poco de claustrofobia, sobre todo con los ascensores y la idea de quedarme enrejada dentro de uno, nunca los usaba a menos que sea cabalmente necesario y jamás lo hacia sola.
Fué ahí, en el lugar que visitaba todos los días, la puerta por la que entraba cada mañana para trabajar, el recibidor al que estaba acostumbrada, la puerta principal de la editorial Oohel... Donde el destino me golpeó precipitado, sin darme la oportunidad de refutar.
Despúes de todo, conocí a la nueva escritora consentida de Oohel.